martes, 1 de noviembre de 2011

Un cuento de difuntos. Fin

El secretario del obispado, estaba haciendo un inventario de las reliquias que se habían traído de tierra santa, desde astillas que decían pertenecían a la cruz donde murió nuestro Señor Jesucristo, hasta extrañas figuras que nada tenían que ver con la fe cristiana. Busco desesperadamente el libro de los muertos, el mismo que había estado examinando el obispo antes de su muerte, sin ningún éxito. Iba a dar cuenta al coadjutor cuando llego un criado con una nota.

 "El libro de los muertos, es una leyenda antigua.- decía la nota.- Nadie lo ha visto, y según la maldición que lo acompaña, quien se atreve a mirar dentro del libro, encuentra una muerte que le deja colgando en este mundo, sin posibilidad de continuar su camino hacia Dios. Las palabras árabes que acompañan su consulta, significan: Quien mira a los ojos a un maldito, se convierte en uno, y sus almas vagaran eternamente alrededor de lo que han perdido".

El día de todos los santos del año siguiente, Don Álvaro estaba feliz, acababa de tener un heredero, un niño sano con diez dedos en las manos y en los pies, y unos buenos pulmones. Como le prometiera la aparición, no sólo volvió a ser un hombre entero, ahora tenía una mujer a la que amaba, y un hijo que perpetuaría su nombre. A lo lejos se oía el tañido de las campanas doblando a muerto, avisando del día en que estaban.

Bajó, murmurando una tonada, entonces vio a un criado mirando al interior del salón con cara de espanto. Se acerco curioso para mirar el motivo, dentro de la sala encontró a su mujer sentada frente al hogar, sostenía en su regazó un libro.

Corrió hacia ella, le miró con ojos triste de perro, al mismo tiempo,  la veía desplomada  sin vida.  Su pensamiento empezó a ver doble como sus ojos.

Su mirada sin querer se volvió al libro, a la pagina que estaba viendo su mujer, su propio rostro apareció allí, no el que le adornaba en el último año, sino el que trajo consigo de tierra santa, encontró la mirada del único ojo de su retrato, y pudo ver claramente el reproche y el dolor que su propia imagen le dedicaba.

2 comentarios:

Olivia Ardey dijo...

Jusss... me ha puesto los pelos de punta el final. Escribes maravillosamente, Luri, y con un ritmo que invita a seguir cada párrafo. Besos.

Juan Carlos Celorio dijo...

Buf, Lury. Muy bueno. Lleno de frases estupendas, llenas de ideas y visualizaciones. Por ejemplo, la del chico cuya mugre e va yendo con el agua de la lluvia.
Tremenda historia.
Un beso.