
Su discurso termino en el mismo instante en que un zapato le golpeo la cabeza, él la miro sorprendido.
- No me casare con usted.- le dijo.- Y si desea que permanezca en esta casa al menos hasta que encuentre otras personas que se ocupen de sus hijos, deberá mantenerse lejos de mi. Si vuelve a tocarme.- su vista se desvió a la bañera.- como lo ha hecho me marchare inmediatamente.
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La alcanzo la luz como un relámpago de colores. Pero no fue sino el principio de nuevos roces de cuerpo con cuerpo buscando traspasarse a través de la piel. Finalmente sus cuerpos se encontraron y sin apenas esfuerzo él entro en ella, que esperaba húmeda y cálida. El se sintió en casa, y mientras sus nervios viajaban más allá del espacio estrecho y confortable donde habitaba la fuerza de su amor y su deseo, se dejo mecer controlando las descargas de expectante ansiedad. Se paraba para poder mirar los ojos velados de Priscila que levantaba sus caderas incitándole a seguir. Movimientos lentos, circulares, suaves y acompasados, acompañados por besos tiernos y profundos, hasta que movido por el ímpetu de su instinto tuvo que incrementar el ritmo, en acometidas con prisa y sin pausa.